martes, 15 de diciembre de 2015

Horror en el Orient Express 6

Y una pieza más de El Simulacro para nuestros intrépidos jugadores que además la recuperaron sin ninguna baja, aunque la cordura de algunos empieza a rozar límites peligrosos.
Como ya he comentado varias veces hago algunos Spoilers pues uso muchos datos del material original. Sin embargo como también he apuntado cambio muchas cosas de la historia, especialmente en esta sesión que me pareció, a nivel argumental, la peor de todas las que hemos jugado hasta ahora. La relación entre Winckelmann, los Lloigor (que directamente he eliminado) y el resto de la historia del Simulacro está bajo mi punto de vista muy mal planteada.

Por suerte creo que la historia modificada quedó bastante aceptable y fue una de las sesiones más divertidas.

VIENTO FRIO EN TRISTE
Tras huir de Venecia los jugadores buscaron un lugar seguro para recuperar unos pocos puntos de vida y para que la Parapsicóloga pudiera estudiar un libro que alguien les había enviado a su hotel en San Marcos desde Londres. La nota que acompañaba al libro parecía indicar que de nuevo Smith les estaba echando una mano aunque a estas alturas los jugadores empiezan a desconfiar de todo y pensar que muchas cosas no son lo que parecen.
Días después pudieron disfrutar de nuevo de las agradables comodidades del Orient en el corto trayecto hasta Trieste donde desembarcaron y buscaron alojamiento en un buen hotel. Solo tenían una pista: ir al museo de la ciudad para buscar a un tal Winckelmann.


Uno de los investigadores (con conocimientos en historia) ya lo sospechaba pero en su primera visita rápidamente confirmaron que el único Winckelman que había en el museo era la lápida del reconocido académico Johann Joachim Winckelmann muerto en Trieste en 1798 (nota: para cuadrar la historia me he tomado la licencia de modificar la biografía de este personaje real)

Gracias a las pistas de Smith los jugadores sabían que dos de las piezas del Simulacro habían llegado casi simultáneamente a Italia durante las Guerras Napoleónicas.  En Venecia encontraron la primera de ellas, en la fábrica de muñecas Gremanci, confirmando su compra en 1797. La segunda pieza debió haber llegado a Trieste más o menos ese año pudiendo coincidir con la estancia de Winckelmann, un eminente arqueólogo e historiador del arte, en la ciudad...¿podían estar ambos hechos relacionados?.
La conexión era débil pero realmente no tenían mucho más, así que se pusieron a investigar en la biblioteca y hemeroteca sobre el último año de vida del historiador.


Los artículos encontrados revelaron a los personajes que probablemente Winckelmann viajó a Trieste para contactar con un delincuente y contrabandista llamado Francesco Arcangeli para realizar algún tipo de trato con él pero finalmente Arcangeli terminó por asesinar al historiador en un intento de robarle. Como el diario de Winckelmann fue subastado en la ciudad pudieron rastrearlo hasta su propietario actual y tras comprarlo llegar a nuevas deducciones: Arcangeli era un contrabandista de arte y Winckelmann sabía que el delincuente tenía un depósito de piezas robadas en algún lugar pero ¿Donde?


Los dos protagonistas de esta historia estaban muertos (Arvcangeli fue ejecutado por su delito) y probablemente se habían llevado el secreto a la tumba, así que solo les quedaba una opción que era usar uno de sus conjuros para tratar de contactar con el espíritu de Winckelmann en el hotel donde murió. La divertida sesión de espiritismo, con unos cuantos poltergeist de por medio, dio buen resultado y por fin averiguaron que el contrabandista enterró su alijo de antigüedades robadas (que muy probablemente incluían la pieza que buscaban) en las Grutas de Postumia.


La segunda parte de la sesión se resolvió con una expedición hasta Postumia, un sangriento tiroteo en mitad de la carretera contra los unos cuantos Hermanos de la Piel y un paseo en barca por el interior de las maravillosas grutas naturales.

Los investigadores ya tienen la otra pierna de El Simulacro. Solo les falta el brazo derecho y la cabeza.

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